Cuando eramos pequeños compartíamos juegos y tardes eternas. Y para calmar la sed, litros y litros de esa bebida, pura química seguro, que mezclada con agua se convertía en un refresco naranja. Ese se convirtió, visto desde hoy, en el color de nuestra infancia. Cuando me llegó tu encargo, vi ese color enmarcándolo todo. Y a nosotros en un abrazo eterno, formando una silueta que bien pudiera ser ese scalextric infinito que tantas vueltas nos dio en la cabeza. No estábamos solos, también estaba él, pero se fue pronto. En medio del pecho, del tuyo o del mío, se ha acomodado para siempre, o para al menos mientras dure este abrazo.
Gracias Antonio.

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